DEL PREFACIO
Crecí escuchando grandes predicaciones acerca de la santidad por parte de mi padre y héroe, el Dr. Gene Fuller. Me senté bajo la predicación santa y ungida del Dr. Paul Cunningham mientras era estudiante en la Universidad Nazarena MidAmerica. Y experimenté de forma personal la gracia santificadora de Dios cuando abracé su llamado para predicar acerca de la santidad mientras me encontraba bajo la tutela de grandes eruditos de la santidad tales como Purkiser, Greathouse y Deasley cuando asistí al Seminario Teológico Nazareno de Kansas City.
He estado inmerso en el mensaje lleno de esperanza y liberador de la santidad toda la vida. Pero recién cuando fui pastor durante varios años, Dios me reveló que la santidad debe ser más que un credo para creer, una crisis para experimentar o incluso un mensaje que se debe proclamar. La santidad se convirtió en la pasión de mi vida. El mandamiento de Jesús de “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37) se convirtió en la obsesión que me absorbe. Ya no prediqué más un mensaje ocasional de santidad; era el grito del corazón de cada mensaje. No había necesidad de programar una semana con énfasis en la santidad, porque era el énfasis de cada semana.
No pienso que fuera simple coincidencia, pero allí fue cuando la iglesia comenzó a tomar alas y Dios me llevó a otro nivel de ministerio. Fue como si Él me dijera: “Ahora que estás alineado con mi propósito para esta iglesia y con mi llamado sobre tu vida, te puedo confiar las bendiciones del Reino”.
Mientras entramos en el segundo siglo de la existencia de la Iglesia del Nazareno como denominación, estoy convencido de que el mensaje de Dios es el mismo.
Mientras lees estos mensajes de santidad de nuestros superintendentes generales, escucharás una vez más la señal de alerta que los padres fundadores oyeron hace más de un siglo. Oro para que adoptes la pasión de su corazón como propia. La santidad todavía es “nuestro lema y canción”. Dios ha puesto delante de nosotros el desafío de enmarcar el mensaje eterno de santidad en formas que capturarán la imaginación de las generaciones emergentes, pero no se convertirá en la pasión de las generaciones futuras si es simplemente un credo para creer, un mensaje que se debe proclamar, o incluso un hecho que se debe experimentar. Se convencerán sólo cuando vean que amar a Jesús y amar a las personas por las cuales Él murió es la pasión que nos consume. Aceptemos el desafío de compartir esa verdad, arremanguémonos y movámonos más allá en el poder y la unción del Espíritu Santo.
Mark Fuller, pastor
Iglesia del Nazareno, Grove City